Para hablar de la situación de la mujer y su tratamiento en la prensa escrita en Chile, es imposible ignorar el trabajo de muchas mujeres que, desde la sociedad civil, han realizado observaciones, campañas, denuncias y estudios, que me hacen posible hoy hacer las siguientes reflexiones. Es por ello que la escritura de este artículo está en primera persona femenina plural, para dar cuenta de la genealogía que me permite escribir lo siguiente.
El contexto medial en Chile: la prensa escrita
Los medios de comunicación en Chile pertenecen a dos grandes grupos económicos que forman un oligopolio. Los principales periódicos de tiraje nacional, El Mercurio y La Tercera, pertenecen a cada uno de estos grupos. El Mercurio tiene un carácter católico conservador y La Tercera un carácter más laico y pluralista. Ambos, sin embargo, coinciden en el respeto a los cánones establecidos como hegemónicos en la mayoría de los temas de interés social.
Además de este oligopolio, podemos dar cuenta de una tradición medial que no ha incorporado a la mujer como sujeto político social. Previamente al golpe de Estado, los sujetos sociales relevantes estaban marcados por lo político económico tradicional, que no incorporó a la mujer en su especificidad. Luego del golpe, se fue derivando desde un tipo de censura clásica, en que se enviaban los artículos a censores anónimos, a la autocensura. Tampoco la mujer como sujeto político era siquiera considerado.
Hoy en día, la prensa se caracteriza por el tratamiento poco profundo de los temas y por la falta de periodismo investigativo. La presencia noticiosa de mujeres es exigua en tanto expertas, protagonistas o en tanto tema noticioso. Sin embargo, dentro de esa escasez, son los momentos en que la mujer aparece como víctima los que suman puntos. La mujer aparece "privadamente" y "privada" de integralidad y voz, ya que sigue siendo explicada y narrada por un estilo que podríamos llamar, masculino.
En ese sentido, y siguiendo los postulados de Grau y otras, citamos: "Insistimos en las consecuencias de la ausencia pública de determinados lenguajes, que tendrían el carácter de lenguajes segregados que como tales, no están disponibles en el mercado (común) de los intercambios. Entre ellos, los discursos feministas constituyen un cuerpo discursivo expulsado sistemáticamente, presente exiguamente o bajo la forma de caracterización de discursos hegemónicos o, finalmente en una forma caricaturizada y espurea" (Grau et. al. 1997:29). Estas modalidades de expulsión del discurso feminista son estrategias de marginación que pretenden ordenar la complejidad, la diversidad y la crítica en función del poder hegemónico. Estos procesos y mecanismos pueden observarse concretamente en el tema central de este artículo: el tratamiento de la violencia contra las mujeres en la prensa escrita.
Consideraremos dos estrategias fundamentales que despolitizan la violencia contra la mujer en la prensa escrita. Hablamos de despolitización en la medida que se invisibilizan las estructuras de poder que la hacen posible —a la violencia— bajo el silencio, la casuística, la banalización o la interpretación hegemónica, principalmente.
Las estrategias serán consideradas poniendo en oposición a la "prensa seria" y a la "prensa sensacionalista". "La lógica sobre lo que se convierte en noticia en la prensa roja es diferente a la establecida en la prensa escrita tradicional. Para esta última, los parámetros son lo público, lo racional y lo masculino, en contraposición a la prensa roja que prioriza lo privado, lo emotivo y lo femenino. Por ende, la prensa roja integra en sus noticias un mayor número de protagonistas femeninas que otro tipo de prensa. Pero la naturaleza ilícita y morbosa de los hechos que sostiene la prensa roja y su respectivo tratamiento contiene un signo de desvalorización. Aparecer en la prensa roja es socialmente denigrante, un estigma para la persona. A pesar de esto, muchas mujeres y niños/as, contra su voluntad, son incluidos sistemáticamente en estas noticias" (Silva, et. al, 1998)
La primera estrategia general, a la que recurre la "prensa seria", es la invisibilización de los casos, dedicándole pequeñas notas en el espacio de la crónica roja, o utilizando la imagen de la mujer como recurso ilustrativo y emotivo.
La segunda estrategia es a la que acude la prensa sensacionalista: la banalización de la violencia, y su justificación por diversos motivos, como enfermedades mentales, alcoholismo, pasión cegadora, o venganzas por honor.
La "prensa seria"
La prensa "seria" la definiremos como aquella que se caracteriza por dedicar gran parte de su espacio a los temas duros informativos: Economía, política, etc., con un lenguaje "neutro" y "desapasionado", jugando el juego de la objetividad.
En los medios que se autocaracterizan por su supuesta entrega de información objetiva, y que denominamos "prensa seria", la presencia femenina es escasa en todos los ámbitos, y, al aparecer, es tratada con una perspectiva tradicional y patriarcal. Ello, principalmente porque la noción de "noticiable" que se establece en estos medios está marcada por la emergencia en el mundo público; así, todos los hechos en los que tradicionalmente las mujeres han sido protagonistas —el mundo privado— quedan fuera. La subrepresentación de las mujeres se hace concreta en la ausencia ya mencionada de las noticias, o las exigencias de ciertos cánones masculinos que permiten aparecer a las mujeres como profesionales, o "personeros" políticos serios, es decir, adecuadas a un orden hegemónico patriarcal. La otra presencia femenina está incluida en el mundo del arte, el espectáculo y la farándula. También algunos temas de salud tienen el cuerpo femenino como protagonista. En cuarto lugar, las mujeres aparecen como elemento "gráfico", ya que el rol tradicionalmente asignado a las mujeres es el de la emocionalidad, y por tanto, suelen aparecer en tanto testimonio ilustrativo de alguna situación que será analizada seriamente, generalmente por hombres.
En los casos específicos de violencia contra las mujeres, los espacios son aun menores que en el resto de los temas en los cuales aparecen. Esos casos son expresados telegráficamente y no presentan un espacio de reflexión o de mayor profundización. En algunas ocasiones aparecen reportajes sobre violencia intrafamiliar, centrada en informaciones estadísticas y en el testimonio, "el caso humano". Pese a estas apariciones (las que pueden evaluarse de distinta manera en términos de su calidad), la escasez de estos artículos, en comparación con el número de noticias deportivas, por ejemplo, hacen de estos trabajos sólo excepciones sin llegar a instalarse como un tema importante y frecuente.
Si bien los casos asociados a la violencia contra las mujeres cumplen con los clásicos cánones noticiosos, su ocurrencia en el hogar, su cercanía familiar, o la noción de "privacidad" asociada a los delitos sexuales, parricidios, etc., alejan a los medios "serios" del tratamiento y exposición de estos temas "escabrosos". Sólo se tocarán para generalizar a partir de los casos sobre "el ambiente de violencia que vive el país", "la seguridad ciudadana" desapareciendo en la generalidad, el componente específico de género, y dejando a otro tipo de medios, calificados de "menos serios", el tratamiento pormenorizado de estos casos.
La prensa sensacionalista
En Chile, el máximo representante de este tipo de prensa es el diario La Cuarta. Este medio pertenece al grupo Copesa, cuya principal publicación periodística es La Tercera. Si bien en el país no hay información pública sobre el tiraje de los medios, en algunas investigaciones se ha estimado que La Cuarta es el tercer diario más leído en Chile, que su grupo lector es de alrededor de un 54% de hombres y de 46% de mujeres, y que se concentra en los estratos medio bajo y bajo de la población. La Cuarta fue fundada en tiempos de dictadura, luego de que hubo, en palabras de O. Sunkel (2001), un "semivacío" en la prensa sensacionalista, al ser cerrados todos los medios que podían calificarse de tales. La primera editorial de La Cuarta, también recogida por Sunkel, habla de un "pacto de amistad" que para ser posible olvidaría temas conflictivos, se centraría en el pueblo, pero sin hablar mal sobre el rico. De alguna forma se define por la separación de los ámbitos político y social.
En la crónica roja, la presencia de la mujer no es excepcional. Por las características de los sucesos que se registran, ella es parte constitutiva de la noticia, independiente de su voluntad. Pero en la crónica roja de La Cuarta, el sujeto emotivo no es la mujer, puesto que su imagen es desvalorizada por el tratamiento periodístico. En La Cuarta, el sujeto emotivo se traslada de la mujer a los niños, siendo éstos los que impelan a la emoción.
En su estudio sobre La Cuarta, Uca Silva y Carmen Torres concluyen que el sello de prensa sensacionalista de este periódico se construye y define diariamente en su primera página. En esta portada se exhiben algunas características formales y de contenido que la diferencian de otros medios escritos. La apuesta a titulares (principal y secundarios) referidos a hechos de violencia, específicamente a delitos, la presentación sensacionalista o humorística de ellos y la imagen de una mujer con poca ropa conforman su estrategia comunicacional.
Los sucesos de primer nivel en este tipo de prensa son los hechos violentos, con carácter de espectacularidad y emotividad importantes, lo que justifica su paso desde el mundo privado al mundo público. Se presentan en un lenguaje coloquial y cotidiano. Éste, al mismo tiempo que define al sujeto receptor al cual se dirige, permite establecer con él una sensación de cercanía y familiaridad que va dando cuenta de un "pacto comunicacional "entre el emisor y el público, el cual se desarrolla más ampliamente al interior del periódico. Este "pacto comunicacional" lo definimos como la capacidad de establecer significados comunes generados por signos no convencionales entre el emisor y el lector. En La Cuarta esto se plasma en los "códigos compartidos" de lenguaje coloquial.
La forma de reportear los hechos incluye entretelones provenientes probablemente de los informes o declaraciones de la policía civil o de carabineros, de entrevistas a vecinos de los protagonistas del acto de violencia o, a veces, inventados por los periodistas mismos. En este tipo de narración la objetividad no se valora y, por el contrario, se cubre con definiciones establecidas sobre el bien y el mal. Aquí se concentra el tratamiento que coloca el énfasis en la espectacularidad de los hechos.
Ello se conjuga con el segundo énfasis colocado en el tratamiento medial: el humor. Su función es la de neutralizar la violencia, hacerla "digerible". Tanto en sus titulares como en el relato de los sucesos de violencia, el humor es para La Cuarta un recurso que le sirve para desdramatizar o alivianar el impacto del hecho.
Así, los hechos de violencia cumplen el pacto de amistad establecido por La Cuarta: son hechos sociales carentes de significado político. Esta propuesta narrativa tiene una doble función: distanciarlo emocionalmente de una situación que puede ser, y de hecho muchas veces lo es, dramática en sí, y, al mismo tiempo, acercar al público al relato del hecho mismo a través de un lenguaje que le es propio o conocido.
Y en este principal punto de interés sucede lo contrario a la prensa seria: Las mujeres son protagonistas. En su mayoría son víctimas de hombres victimarios, en escasas oportunidades son victimarias y cuando lo son, se trata de casos de parricidio o luego de ser víctima de episodios de violencia reiterados.
En muchos de los casos de violencia al interior de la pareja o de la familia, este periódico hace un tratamiento diferenciado de género: las mujeres directa o indirectamente se presentan como causantes de la violencia. Así, la reacción violenta contra ellas por parte de los hombres aparece justificada, ya que los hombres, por ejemplo, sólo responden "lavando la afrenta". Los estereotipos tradicionales se corroboran una vez más: la mujer tienta, y debe, por tanto, atenerse a las consecuencias.
A través del humor se puede incluso perder el hecho delictivo que se reportea, sobre todo cuando no hay lesiones graves o muerte. Así, "agresiones menores" pueden pasar a ser "anecdóticas" y cumplir el rol de entretener a quien lee.
Así, la descontextualización de la violencia contra las mujeres, es decir, los resultados y las consecuencias de ésta, no son explicitados. La Cuarta presenta a la violencia como un hecho sin sentido, sin motivación; como si ésta emergiera de los impulsos y no tuviera otro contexto más que el suceso mismo. Esto no sólo da una visión parcial de la violencia en la sociedad, sino que deja al lector sin elementos de análisis para hacerlo.
Cuando ni la prensa seria puede ignorar, ni la amarillista banalizar: el acontecimiento.
Hay ciertos hechos que se convierten en "acontecimientos": por un lado, la construcción medial, por otro el impacto que produce en una comunidad determinada, entre otros factores, otorga a un hecho la característica de conmocionar a la "opinión pública". Estos casos, de noticias entre las noticias, específicamente los que tienen que ver con hechos de sangre, no pueden ser tratados ni banalmente, no admiten humor, no pueden ser silenciados, ya que su peso noticioso y "serio" impiden un tratamiento —o un no tratamiento— semejante. Sin embargo, también en estos casos es posible hacer desaparecer a la mujer como sujeto específico.
Como ejemplo de ello, tomaremos un caso acontecido en Chile: las desapariciones de Alto Hospicio, y haremos una reflexión sobre él. La comunidad de Alto Hospicio se encuentra en el norte chileno, en plena pampa. Es una zona con altos niveles de pobreza. Pues bien: en ese lugar desaparecieron con intervalos casi regulares de un mes, siete mujeres adolescentes. El caso conmocionó y pronto comenzaron a tejerse hipótesis: trata de blancas, prostitución, drogadicción, violencia sexual al interior de las familias, entre otras.
Las autoridades políticas, la justicia, la policía que investigaba, cerraron filas ante la posibilidad, que a sus ojos se convirtió en certeza, de que las niñas habían huido de sus hogares. La prensa, con la misma lógica, reprodujo casi totalmente esta tesis. Se hicieron programas especiales sobre la trata de blancas. Y las familias aparecieron, como es habitual, en tanto testimonio ilustrativo. Además, tenían que "defender" a sus hijas y "dar explicaciones" sobre sus propias conductas via la prensa.
Con el correr del tiempo hubo un "vuelco en el caso Alto Hospicio": Una niña de 13 años denunció haber sido violada y luego arrojada a un basural, por quien le confesó ser el asesino de las niñas de Alto Hospicio. La policía, tras una intensa búsqueda en los lugares indicados por la adolescente y en otros aledaños, encontró siete cuerpos, además de otros, de mujeres anteriormente secuestradas y violadas por el que se comenzó a llamar el "psicópata de Alto Hospicio".
La explicación que primó en los medios sobre la negligencia ocurrida en este caso, fue la de discriminación de clase e incluso algunos consideraron una mezcla de absoluta marginalidad: mujer, pobre y joven.
Sin embargo, el principal punto de ataque y de violencia, tanto del psicópata como de los medios, fue centrado en su condición de mujeres: para el primero eran objeto de deseo violento y violador, para los segundos eran prostitutas. En el mejor de los casos, eran obligadas —porque según el canon cultural eso mantiene un resabio de su victimización— o en el peor, ellas querían prostituirse.
El doble asesinato en lo que es un asesinato de cuerpo y un asesinato de imagen, una violación de cuerpo y una violación de imagen, se conjugó una salida fácil y concordante con la norma hegemónica: evidentemente mujeres adolescentes pobres son de fácil corrupción. Pero esa corrupción tenía un sentido femenino: entregar el cuerpo por dinero.
La reacción siguiente de la opinión pública, polarizó el caso, pero en términos de clase: la causa de la discriminación hacia estas mujeres se focalizó en su situación de pobreza. Pero la relación de poder que permitió juzgar y reducir mecánicamente a estas siete mujeres a putas, es decir una estigmatización de género, quedó totalmente desaparecida.
Conclusiones
En el contrapunto prensa seria-prensa sensacionalista recalcamos la constante subrepresentación de las mujeres en ambos tipos de medios. Ello sucede incluso en los "acontecimientos" que tienen como tema central la violencia contra la mujer. Ello sucede porque la noción de "noticiable", en sí misma, no admite la especificidad del sujeto mujer en roles protagónicos. El concepto tradicional de noticia sostiene y valora los sucesos que ocurren en la esfera pública, dejando automáticamente excluidas a las mujeres, ya que el orden establecido socialmente las ha relegado al espacio privado. Así, las mujeres se identifican como protagonistas en el espacio cotidiano: el mundo familiar, el emotivo y el mundo afectivo. Dadas las características de los medios que hemos definido, la prensa seria opta por ignorarlas, la prensa sensacionalista por banalizarlas y ambos, en los casos extraordinarios, por descentrarlas, en términos generales en s condición de mujeres, y específicamente en el tema de la violencia contra ellas.
Las mujeres se transforman en un sujeto emotivo que se incorpora a la representación o agenda pública al cumplir un rol simbólico que llama a la emoción. La mujer es tratada como recurso mediático, que aunque no sea protagonista de un hecho, tiene un espacio en él, en tanto recurso que apoya o da énfasis a un contenido. En otras palabras, es funcional a la noticia, no protagonista. Lo que por rebote quita importancia al tema mismo de la violencia contra la mujer. Este tipo de violencia simplemente ejemplifica una violencia "superior" o ciertos temas propios de "la vida misma", en términos de cotidianeidad sin peso.
Por tanto, todos los tratamientos que hemos analizado, no difieren en el fondo, aunque sí en la forma. Pero esta diferencia no da cuenta de grandes cambios en la representación del orden socialmente establecido en las relaciones de género. Por ende, las trampas del discurso que O. Grau mencionaba respecto al feminismo, pueden corroborarse en el tratamiento de la violencia contra la mujer en la prensa escrita.
Ello, no obstante, no nos impide establecer algunos puntos que podrían colaborar en el mejoramiento del tratamiento de estos temas en la prensa, tanto escrita como en otros soportes:
No se puede pedir a un espacio medial que escape de la realidad social en que existe. El ejemplo de Alto Hospicio estuvo marcado por prácticas negligentes reales, de personas reales. Pero los medios, con un tratamiento sesgado y sin ningún nivel de crítica profunda, reproducen las acciones iluminadas desde la perspectiva hegemónica. Ello se expresa, al menos en dos mecanismos básicos: el análisis sesgado y calificador sin contrapunto, y la anulación de las voces protagonistas, en ese caso, la voz de padres y madres, dejando sus gritos como reflejo emotivo, aunque irrelevante en términos explicativos.
Hay que politizar el espacio privado, o reconocer la dimensión que ya tiene en ese sentido. Para ello es fundamental no quedarse sólo en las consecuencias tradicionalmente llamadas públicas de la violencia contra la mujer, generalmente acontecida en ámbitos privados. Nos referimos a la valoración de la gravedad del problema de la violencia contra la mujer, exclusivamente por las pérdidas económicas que esta conlleva, los gastos en salud, etc. Reconociendo que éstas pueden ser puertas estratégicas para posicionarse en los medios desde los temas que ya están incluidos como "serios", no hay que olvidar que es importante hacer un cambio de mirada de lo público: hay que destacar la dimensión política de lo que ocurre entre cuatro paredes.
Sobre los periodistas y las periodistas, parece relevante la formación y sensibilización desde su formación temprana en los temas de género. Ello porque la acción que es necesario emprender para posicionar estos temas, es necesariamente política. Sabemos que estos temas son noticiables, pero su silenciamiento responde a una desvalorización propia de una mentalidad que consideramos imprescindible cambiar para vivir en un mundo más democrático. Pero ello se ve facilitado si quienes ocupan los roles de reporteo tienen elementos para "negociar", generalmente desde puntos de subordinación, la inclusión de ciertas opiniones, diversificación de fuentes, una nota, etc. Ello, sin embargo no es posible si la periodista o el periodista no tienen elementos de negociación y sensibilización real. Es por ello que la educación es indispensable para potenciar la negociación al interior del medio.
El poder de la sociedad civil para generar información alternativa, es importante y concretable, en el caso chileno, en los observatorios. Ellos posibilitan tener información, tanto cuantitativa, como de contenido. Si estos observatorios, además, son realizados periódicamente, es posible comparar y marcar tendencias que pueden iluminar determinados procesos.
La posibilidad que entregan las redes de periodistas para generar nueva información o el relevamiento de nuevas fuentes puede ser también un punto positivo. La generación de comunidad que no implique una imposición de tareas adicionales a las que profesionalmente ya se tienen, colaboraría con el mejoramiento en el trabajo de visibilización de los temas específicos de la violencia contra la mujer.
|
0 comentarios